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Juan Antonio Ros se echa las manos a la cara, con Óscar Ramírez y Moisés tumbados en el césped y Sergio Jiménez también lamentándose, al final del encuentro.
Un disgusto tras otra exhibición
CRÓNICA

Un disgusto tras otra exhibición

El Cartagena apabulla al filial del Granada, pero pierde dos puntos de un modo absurdo tras desperdiciar media docena de ocasiones claras

Francisco J. Moya

Domingo, 5 de marzo 2017, 23:56

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Andaban los escasos aficionados del Granada que ayer se acercaron al Nuevo Los Cármenes a ver su filial haciendo cábalas sobre lo que su equipo necesita para mantenerse en Primera tras la dura derrota sufrida el sábado en Butarque cuando Fernando Llorente, un tipo que no conocían y que -eso sí- vestía la misma camiseta verde que usa el Leganés a domicilio, soltó un trallazo seco que se coló en la portería granadina. Aquello les obligó a hacer una pausa en su discusión. Sobre todo porque el 0-1 había llegado tras un error grosero de Estupiñán, un central que se cree mucho mejor jugador de lo que verdaderamente es.

El defensa ecuatoriano, que el sábado había estado en el banquillo de Butarque con el primer equipo, quiso disfrazarse de Gerard Piqué y en su intento de sacar la pelota jugada desde su área se encontró con el pie de Rivero, quien ayer ofreció un verdadero clinic balompédico. El cántabro le quitó el balón a Estupiñán con mucha facilidad, hizo una maniobra fantástica en el balcón del área y filtró un pase a Arturo, quien vio venir a Llorente y le cedió la bola. El segoviano, que sigue enrachado, dio en la diana. Ocasión, gol. Ocasión, gol. Ocasión, gol. Esa es la ecuación de Llorente. Lamentablemente, él es el único que en estos momentos es capaz de despejar la equis en el Cartagena, tan lúcido en la creación como negado en la finalización.

Había nevado el viernes en buena parte de la provincia y esa montaña mágica, casi polar y que se puede examinar a la perfección desde la azotea del Nuevo Los Cármenes, así lo atestiguaba. Lucía blanca y radiante la milagrosa Sierra Nevada, con una carretera de acceso atestada de vehículos. Por cada coche que giraba hacia la ciudad, veinte lo hacían en dirección a la nieve. Además, había llovido bastante en Granada capital durante la jornada del sábado. Y, por eso, el césped del estadio granadinista no se regó el domingo.

Eso hizo que Arturo, al quedarse solo delante del meta Pol Ballesté por vez primera, no buscara golpear con el interior del pie y asegurar así un remate que parecía la mar de sencillo. Tras el partido, el atribulado ariete cartagenero lamentaba que, al estar la hierba alta y seca, la pelota se le iba frenando en su carrera hacia la portería local y, casi obligado, tuvo que buscar el gol chutando con el exterior. Y la bola se le fue rozando el poste. En su segundo mano a mano con el guardameta del filial del Granada, Arturo no tiene excusa. Lo hizo todo bien para dejar atrás a los centrales, pero se equivocó al chutar fuerte y al centro. Le pegó al muñeco. Fácil para Ballesté. Acababa de salir el sol. Pero dio lo mismo. Tras hacer lo más difícil, Arturo volvió a quedarse helado. Otra vez.

Fue una primera mitad casi redonda para el Efesé. Como le sucediera una semana antes ante el Melilla y quince días atrás en Lorca, lo único que había que lamentar en el tiempo de asueto es que el partido no estuviera ya sentenciado. Porque no solo fue lo que había perdonado Arturo. Artiles, que empezó mil cosas y no acabó ninguna, se encontró con dos balones francos para rematar al borde del área chica. En el primero, un balón que venía del cielo tras un mal despeje de Gomes, el canario se precipitó y le salió un tiro mordido con poco peligro. En el segundo, cuando iba a disparar se fue al suelo al sentir un leve contacto. Lo que le hizo Estupiñán no daba para penalti y él, en vez de dejarse caer, tenía que haber chutado en una posición inmejorable. Le faltó colmillo.

Rivero manda

No hubo tráfico en todo el primer tiempo en el área de Limones, rehabilitado por Monteagudo solo una semana después de mandarlo al banquillo ante el Melilla. En un entrenador modélico, metódico y ejemplar como es el manchego, capaz de hacer jugar al fútbol a un equipo como nadie ha logrado en bastante tiempo en Segunda B, sorprende que no tuviera en cuenta que su voladura controlada bajo palos se le podía ir de las manos. Las próximas jornadas nos dirán si es temblor o terremoto, pero a Limones no le ha sentado bien su paso por el banquillo y Marcos, en su debut, fue cualquier cosa menos un portero seguro.

Todo eso quedó en segundo plano en el primer acto porque la zaga albinegra volvió a estar estupenda y no dio ni una sola opción a los atacantes locales. Aquí destacó -para mal- la pésima actuación del joven maliense Aly Malle, otro que estuvo el sábado en Leganés con el primer equipo y que se cree bastante mejor futbolista de lo que realmente es. Ayer, Jesús Álvaro lo dejó en evidencia, en un lado y en el otro. No obstante, la clave de la manifiesta superioridad visitante estuvo en el centro del campo, donde Quique Rivero hizo lo que quiso. Se jugó a su ritmo y, como suele pasar siempre que el cántabro está a su mejor nivel, el Efesé dominó la situación de cabo a rabo.

Más ocasiones

Es verdad que en la primera fase del segundo tiempo el cuadro local quiso apretar y Mattheus no disparó cuando estaba solo en el punto de penalti. Y que luego, un par de internadas del exterior zurdo Entrena espolearon a los pocos aficionados locales que había en tribuna. Varios, a esas alturas, aún seguían discutiendo sobre la titularidad de Samper, Carcela y Vezo en el partido que se había jugado 24 horas antes en Leganés, ajenos a lo que estaba pasando en ese momento en el Nuevo Los Cármenes. Y lo que estaba sucediendo es que, tras irse Arturo enfadado al poco de errar su segundo mano a mano con Ballesté, Jesús Álvaro y Cristo hacían lo que querían con un desbordado Antonio Marín. El Granada B desaparecía de nuevo.

Juan Antonio Ros se vio solo junto al área pequeña y se asustó. No quiso chutar a la primera y tampoco lo hizo a la segunda. Se equivocó las dos veces. Luego, tras un pase sideral de Rivero, Jesús Álvaro no chutó con su pierna buena y optó por recortar para hacerlo con la mala. Error fatal. Demasiado adorno a cinco metros de la línea de gol. Aún así, su disparo con la derecha casi entra tras tocar en un defensa. Aún más clara fue la ocasión que tuvo el '3' del Cartagena en el penúltimo minuto. Sergio García, tras una excelente maniobra, le sirvió el gol en bandeja, pero Jesús Álvaro remató cayéndose y el balón se fue por encima del larguero. Error fatal.

Porque en la siguiente acción, en la que el Granada B quemó su último cartucho, llegó el tanto del empate. Marcó Navarrete, en el segundo palo, tras una cadena de errores de los visitantes. Zabaco estuvo blando en el primer palo, Juan Antonio Ros pecó de juvenil, no siguió su marca y estuvo muy blando ante Navarrete. Cristo, que estaba allí, solo miró. Y Limones, que debió haber salido, se quedó bajo palos. Aún así, nada más sacar de centro, Cristo tuvo el segundo.

Germán hilvanó una jugada por la izquierda y el '7' visitante, solo en el punto de penalti, volvió a chutar por encima del travesaño para desesperación de toda la expedición cartagenera. Así, una mañana que parecía gozosa acabó como para empezar a caminar y acabar dando un paseo por la Carrera del Darro.

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